El Rincón del Nómada

El Rincón del Nómada
La libre soledad del ermitaño es el terreno más fértil para que germine y florezca la creatividad. (Foto propia, 2014. Isleta del Moro, Almería)

martes, 27 de febrero de 2018

Gracias Forges

Mi modesto "mono" en homenaje al maestro Forges


Hoy es un día para el humor más negro... de luto riguroso.

Se ha apagado el fuego del Fraguas antes de tiempo. Y siento pena y frío.

Gracias por tus lúdicos y lúcidos sueños, Antonio...

Hasta siempre querido y admirado Forges.

FRM [22/02/2018]

lunes, 19 de febrero de 2018

Ser agua

Mirada metafórica al final de la jornada. Mecido por la marea del Cantábrico

Desde que Bauman lo usó como conocido eufemismo, "lo líquido" ha adoptado una cierta comprensión peyorativa para muchos. Lo entiendo y debe respetarse. Sin embargo, personalmente reivindico mi intento de identificación con el agua... Y no por la famosa frase de Bruce Lee popularizada por la publicidad televisiva: "Be water my friend". No, lo mío viene de mucho antes, de muy lejos en el espacio y en el tiempo...

Hubo un tiempo en que fui rígido, firme e inflexible. Exigiendo con intolerancia que todo y todos fuesen como yo entendía que tenían que ser; bajo la coartada inmadura de que no pedía nada que no estuviese dispuesto a hacer yo mismo. Me equivocaba. Lo aprendí antes de romperme... o casi, pero sin poder evitar que otros se rompiesen por ello.

Hoy y desde que tomé conciencia de ello, soy agua. O debería decir que lo intento y me esfuerzo en conseguirlo.

Porque el agua es vida, acaricia y alimenta a la rosa y no es desgarrada por sus espinas. Fluye continua y vivificante. Sigue sus cauces, se amolda, o abre paciente otros nuevos al discurrir con constancia. Salva obstáculos y, en ocasiones, los arrastra, erosiona o desborda, pero nunca se detiene. Capaz de estar presente en varios estados; líquida y viva; gaseosa en vaporosa compañía que envuelve, empapa y humedece; condensada en nubes que hacen soñar con diferentes formas; cubriente hasta derretirse, como blanca, bella, amorosa y blanda nieve; y sólida y resistente como el hielo ante las bajas temperaturas, como un iceberg indiferente que solo muestra un poco de su gélido volumen total...

Así soy. O así intento ser, hasta que mi vapor se disperse en el cielo infinito para llover en algún acogedor océano y me acerque a sus orillas, como una ola que lama las arenas suavemente, sobre relajantes mareas, entre susurros mimosos y acariciantes... Ajeno a las tempestades de otros.

FRM [18/02/2018]

sábado, 17 de febrero de 2018

Memoria histórica

El "pasaporte" mencionado en el texto

Nunca he conocido a nadie tan bondadoso y alejado de la violencia de cualquier índole como mi padre. Antibeligerante y pacifista por naturaleza y convicción, se vio envuelto, sin embargo, en la delirante contienda de la Guerra Civil española por causas generacionales y, por motivos geográficos, reclutado como soldado forzoso para defender la República, junto a otros muchos compañeros que sólo deseaban vivir en la paz más alejada de las armas que recibieron con repulsión y en contra de sus deseos y voluntad.

Hambre —cazar y comer una rata era un menú de lujo—, penurias sin cuento y algunos dolores cruentos, llenaron el anecdotario de sus recuerdos que tuve que reinterpretar, pues en su memoria nunca encontraron refugio rencores, odios ni resentimientos, sólo incomprensión. A diferencia de alguno de sus camaradas que conservó como amigos en tiempo de paz sometida y controlada que tuve ocasión de conocer posteriormente, en una infancia que retuvo sus fértiles semillas de ejemplar bonhomía.

Y me ha venido a la mente este capítulo de mi historia prenatal, al tropezarme con un documento ajado por el tiempo que, para algunos, no ha transcurrido desde 1939 en una especie de "memoria histérica".

Se trata del "pasaporte" para viajar —imagen de cabecera—, expedido por la Comandancia Militar de Enfesta (Coruña), en el que mi padre aparece relacionado en quinto lugar (Aniceto Rodríguez Ortega), entre los prisioneros de guerra liberados del Campo de Concentración donde estuvo recluido muchos de los últimos meses de la prolongada contienda, después de ser hecho prisionero, como mal menor.

Afortunadamente, hoy puedo contar esto, gracias a que los kilos que perdió por desnutrición no fueron compensados con el peso del plomo fratricida, bajo cuya dieta forzosa otros muchos sucumbieron sin descendencia que los pueda rememorar.

Control de prisionero de guerra
Hasta años después no comprendí que aquel pasaje de su vida fue tremendo. Mi padre estuvo mucho tiempo en libertad vigilada, sometido a "control domiciliario", y sin poder volver a ejercer nunca su amada profesión de Perito Mercantil por el estigma de "rojo" con el que le etiquetaron, a pesar de que la única ideología a la que fue fiel siempre, era el respeto al prójimo y la bondad sin límites.

Afortunadamente para mi existencia y ejemplo, encontró trabajo... de camarero sin sueldo. Viviendo humildemente de las propinas, pero por suerte en el bar donde conoció a mi madre, modista, que era la cocinera... Y aquí estoy yo como resultado. Por cierto, jamás le oí una queja ni reproche contra nada ni nadie.

Con mi admiración y amor profundo a su recuerdo vivo y presente. Te quiero y admiro, papá.

FRM [14/02/2018]

jueves, 15 de febrero de 2018

Incontinencia verbal

No ha mucho que me ha tocado departir gozosa conversación con un noble caballero que, poseído de incontenible verborrea, estúvose largo rato hablando sin que, al terminar su parlamento, pudiéramos abordar los asuntos que justificaban el encuentro, debido a la oralidad desaforada de sus reiterados circunloquios, distracciones y desvíos.

Baltasar del Alcázar
Tal asunto, y colijo para mi coleto que algún paciente lector habrá vivido en similares circunstancias y con personajes parecidos, me hizo recordar un sabroso poema que mi amor por la morcilla me ha impedido olvidar, desde la lejana infancia en que leído me fue por vez primera.

Obra  de un poeta sevillano injustamente olvidado, pues puso lustre y brillo al siglo en que vivió y escribió, el famoso Siglo de Oro español. Don Baltasar del Alcázar llamóse y a fe que merece ser recordado, leído y disfrutado su poético y fino humor. Pero, para no pecar de lo enunciado, aquí acabo para publicar el poema mencionado y LA CENA titulado.


En Jaén, donde resido,
vive don Lope de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa
más brava d'él que has oído.

Tenía este caballero
un criado portugués...
Pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.

La mesa tenemos puesta;
lo que se ha de cenar, junto;
las tazas y el vino, a punto;
falta comenzar la fiesta.

Rebana pan. Bueno está.
La ensaladilla es del cielo;
y el salpicón, con su ajuelo,
¿no miras qué tufo da?

Comienza el vinillo nuevo
y échale la bendición:
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo.

Franco fue, Inés, ese toque;
pero arrójame la bota;
vale un florín cada gota
d'este vinillo aloque.

¿De qué taberna se trajo?
Mas ya: de la del cantillo;
diez y seis vale el cuartillo;
no tiene vino más bajo.

Por Nuestro Señor, que es mina
la taberna de Alcocer:
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.

Si es o no invención moderna,
vive Dios que no lo sé,
pero delicada fue
la invención de la taberna.

Porque allí llego sediento,
pido vino de lo nuevo,
mídenlo, dánmelo, bebo,
págolo y voyme contento.

Esto, Inés, ello se alaba;
no es menester alaballo;
sola una falta le hallo:
que con la priesa se acaba.

La ensalada y salpicón
hizo fin; ¿qué viene ahora?
La morcilla. ¡Oh, gran señora,
digna de veneración!

¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué través y enjundias tiene!
Paréceme, Inés, que viene
para que demos en ella.

Pues, ¡sus!, encójase y entre,
que es algo estrecho el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.

Echa de lo trasaniejo,
porque con más gusto comas;
Dios te salve, que así tomas,
como sabia, mi consejo.

Mas di: ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica!
Tal debe tener especias.

¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos,
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.

¡Vive Dios, que se podía
poner al lado del Rey
puerco, Inés, a toda ley,
que hinche tripa vacía!

El corazón me revienta
de placer. No sé de ti
cómo te va. Yo, por mí,
sospecho que estás contenta.

Alegre estoy, vive Dios.
Mas oye un punto sutil:
¿No pusiste allí un candil?
¿Cómo remanecen dos?

Pero son preguntas viles;
ya sé lo que puede ser:
con este negro beber
se acrecientan los candiles.

Probemos lo del pichel.
¡Alto licor celestial!
No es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.

¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color,
todo con tanta fineza!

Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.

Prueba el queso, que es extremo:
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es mala;
bien puede bogar su remo.

Pues haz, Inés, lo que sueles:
daca de la bota llena
seis tragos. Hecha es la cena;
levántense los manteles.

Ya que, Inés, hemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.

Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo...
Las once dan; yo me duermo;
quédese para mañana.

Baltasar del Alcázar

FRM [10/02/2018]

(Imagen de archivo)

jueves, 1 de febrero de 2018

Ritual de seducción

"Ritual de seducción". Obra propia. Gouache sobre cartón, 1974

Todo ser humano con un mínimo de imaginación, se deja llevar por ella para fantasear con esos sugerentes momentos que constituyen los más deseados ensueños de la vigilia. La casi onírica pero realista visión de las pasiones más profundas que anidan en el interior de cada uno. Unas veces confesables y otras no tanto. Pero siempre sensibles y privativas de ese territorio de libertad absoluta e inexpugnable al que nada ni nadie puede acceder, salvo con permiso expreso de quien lo sueña e imagina.

Ignoro si es así para todos, porque sólo conozco las mías; pero, en mi caso, confieso que suelen ser largas historias que mi mente proyecta como películas en las que las imágenes se suceden y agolpan, sin orden establecido, a veces superpuestas, pero en absoluta y excitante coherencia narrativa, sin otra exigencia de guión que la de aportar la máxima satisfacción... sin límites ni censuras. Placer irrenunciable de breves minutos en los que flotando se puede vivir una eternidad. Un pequeño pliegue existencial que puede contener toda una vida en una miríada de intensas sensaciones y emociones.

De una de esas hermosas historias, rescaté un delicado y fascinante instante para retenerlo congelado en la retina de la memoria que empieza a necesitar gafas para ver bien en la distancia del tiempo.

Para mí, este "Ritual de seducción", que pinté en 1974 y hoy comparto aquí, es una de esas imágenes suaves y sugerentes. La bella mujer que, en su tocador, cepilla lenta y cuidadosamente sus largos cabellos, muestra al observador la delicada y linda anatomía de su cuello y espalda mientras insinúa otras partes de su cuerpo no menos hermosas y deseables. La práctica del rito puede convertirse en mito perfumado con la fragancia del deseo secreto... ¿antes o después de ir al lecho? Quede la respuesta para el gusto de cada cual.

Aquí deposito la memoria de este fragmento de fantasía erótica, con la esperanza y el deseo de que estimule la de todos los amigos que visiten este rincón.

FRM [24/08/2014]